Domingo 8 a.m.

Estrellas, nubes, claridad, sol. Colores. Cientos y cientos de colores, que únicamente el ojo humano es capaz de identificar. Y están. Siempre están. Los miramos sin ver, o los vemos sin mirar, da igual. ¿Cuántas veces somos capaces de ignorar las simples cosas que nos rodean? Siempre estamos tan ocupados. Y las nubes siempre están. Día a día, noche a noche, nos tratan de hacer entender lo cerca que tenemos todo. Y no pueden, nunca pueden. Por eso vuelven, y volverán siempre. No se conforman con un “no” como respuesta. Y el sol, y las estrellas. También siempre están. Seríamos incapaces de notar cualquier alteración en ellas. Y sin embargo se mueven. Engañándonos, librándonos a nuestra decisión de creerles a unos o a otros. Y ya somos grandes, ¿no? Ya estamos lo suficientemente grandes como para no dejarnos engañar con lo que nuestros sentidos nos dicen, ¿no? Como para que la razón siempre prevalezca ante el instinto, porque eso es lo que nos diferencia, ¿no? Nacemos, crecemos, morimos, nos reinventamos. Como individuos y como sociedades, incluso como civilizaciones. El más grande puede transformarse en el más chico con una imperceptible facilidad. No seré ni el primero ni el último en pensar así. Aunque de todas maneras, la forma en la que se dan las cosas hace que haya sido imposible registrar quién fue el primero que pensó así, y por razones obvias, nos será imposible identificar quién será el último. Nada, eso. Nada y todo a la vez. Son formas, son colores, son sonidos que hoy, por esas cosas, me detuve a observar y a escuchar. Tengo un caleidoscopio en la sien, que me dice que no hay dos instantes iguales. Nada es ni volverá a ser como lo que acaba de existir.

Un comentario en “Domingo 8 a.m.

  1. Es curioso como la gente espera ansiosamente las vacaciones para poder desconectarse del llamado «mundo real» y poder apreciar estas cosas. Cuando crecemos, creemos que por fijarnos en ellas perdemos el tiempo o que hay mejores cosas por hacer; lo que no nos damos cuenta es que gracias a que existen nosotros también vivimos, son las pequeñas cosas que le dan sentido a nuestra existencia. Debe ser por eso que cuando hay una persona que se fija en el cambio de color de las hojas de los arboles durante el otoño, en como los pajaritos se refrescan en cualquier agua que encuentran en el verano, o que se paran en una esquina para cruzar sintiendo la brisa acariciar su piel, se toma la vida de otro modo, con otros tiempos, admirando las cosas que hay a su alrededor sin enojarse porque el tren vino 5 o 10 minutos mas tarde.

    Creo que lejos es el post que mas me gusto.
    =)

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